Rozando la infidelidad

Hoy os cuento una historia bonita con final feliz. O no, según se mire.

Dublín, 2011. En plena crisis me dio por sacarme la espinita del inglés en Irlanda, la que sería -sin saberlo- mi isla de las tentaciones.

No era mi segundo Erasmus, realmente me daba mucha pereza  ir  y encima semanas antes conocí al padrísimo (bueno, futuro padrísimo) y me regaló una foto de los dos besándonos apasionadamente, que yo puse en la mesita de noche; así que, para más inri, parecía que iba en pareja.

La verdad es que la vida recompensó mi esfuerzo. Antes de ir contacté con gente de couchsurfing; esto es: gente viajera que intercambian sus casas y/o sofás para ir viajando por el mundo. No recuerdo cómo es que llegué a esa web, lo que sí recuerdo es la cara de flipi que se me quedó cuando recién instalada en mi nueva casa, pregunté por el bar donde se juntaba esta gente y me dijeron: «mira, sales de casa hacia la derecha y el primer bar que te encuentras es ese».

¿Really? ¿Podía ser más afortunada? ¡Dublín no era Londres, pero tampoco Albacete!

Me daba un palo horrible socializar y más en inglés, pero tenía el dichoso bar al lado de casa y hacían una fiesta. ¡No podía ser tan perra de no ir!

Fui. E intenté no relacionarme con españoles, pues todo el mundo me lo había remarcado mucho. Así lo hice, ¡aunque acabé con italianos! Me resultaba imposible tener una conversación mínimamente decente con mi inglés de P4, así que pensé que refrescar mi italiano tampoco era mala idea.

Esa misma tarde hicimos piña;una piña que me acompañó toda mi aventura dublinera y mucho más.

Pero  ninguno de estos amigos es el protagonista. Ya sabéis que hay miles y miles de italianos por todas partes, ¡y en las Baleares se multiplican como Gremlins!

A nuestro protagonista tentador lo conocí en la academia de inglés. Nos cruzábamos por las esquinas y nos mirábamos, pero poco más. Después empezamos a coincidir de tardes y de noches, y él siempre iba con una amiga que yo creía su novia. No era muy alto, ni muy fuerte, pero tenía una mirada y una nariz que me resultaban de lo más atrayente.

Un día me dijo que había un cole religioso donde los alumnos daban clases de inglés gratuitas para inmigrantes y le dije que quería ir. Él se apuntó conmigo, aunque puedo asegurar que su inglés no tenía nada que ver con el mío. 

Yo pensaba, ¿lo estará haciendo por mí?

Una mañana de sábado estaba en la biblio y empezamos a hablar por el chat de Facebook. Me dijo que hacía una cena en su casa porque venían sus primos, y me invitó a ir con mi amiga Graziana (lo mejor que me llevo de allá).

Le dije que tenía que hablar con ella, pero que si podía, nos apuntábamos. 

Recuerdo perfectamente aquella tarde en la bañera, el olor de la mascarilla de Aussie… mi excitación y mi fantasía al detalle (solo frenada por momentos, al recordar su insistencia en que viniera Graziana y la manía de los dublineses de poner moqueta en los baños).

¿Le gustaría mi amiga? ¿Por qué me insistió tanto en que viniera?

¿Y por qué estaba tan fogosa yo si tenía novio en Barcelona que hacía poco me había visitado?

Fuimos a su casa. Hizo pasta con salmón y calabacín. Todo correcto; excepto un pequeño detalle. Al entrar en su habitación vi una foto de él con una chica y  me dijo que era su prima.

Intentaba despejar mis dudas sin éxito, pero al llegar a la discoteca el cambio fue radical; no había duda, ¡iba a por mí!

Me pagó la copa y me llevó a una esquina para bailar los dos solos. Me ruboricé. Después de la alegría inicial, pensé: ¿Y ahora cómo coño salgo de esta?

Intentaba no separarme del grupo, pero casi al final de la noche me dijo: 

— Ven, que te quiero enseñar una cosa. 

Mientras subíamos las escaleras me empecé a percatar que no era una buena idea, así que al abrir la puerta del terrado grité:

— ¡Uf, qué frío, no, no, mejor bajamos!—  Y me dispuse a bajar pitando. Pero me paró. Y todo a nuestro alrededor también. Nos miramos, uno frente al otro, parados en medio de las escaleras, mientras el mundo se difuminaba a nuestro alrededor y, con él, su música. Era el momento ideal para cualquier primer beso, pero me rajé; agache la cabeza, lo abracé y, acto seguido, huí por las escaleras cual Cenicienta.

Ya no podía seguir la fiesta como si nada y acabamos yéndonos todos. Él me insistió para acompañarme a casa (gentileza italiana), pero le solté un moco en plan: «puedo ir sola perfectamente, no necesito que ningún hombre me acompañe». Así era yo; ahora no tanto.

El lunes le puse una excusa para no ir a clase, pero lo vi por la tarde en un pub. Me dijo que quería hablar conmigo y acordamos que al día siguiente después de clase hablaríamos tranquilamente de todo.

Por cierto, nunca he tenido los pelos más electrizados que allá…¡aún no sé cómo podía ligar!

Vino a por mí y fuimos para clase sin tocar el tema. Durante toda la clase no podía evitar deshacerme al verlo haciendo el paripé con esos niños por mí. Nuestras miradas aquella clase fueron más tiernas que la manteca.

Después de clase decidimos ir al parque para hacer un picnic y hablar. Primero fuimos a su casa a por la cámara de fotos, pero antes de llegar me paró en seco y me dijo:  

— No quiero empezar esto con mentiras y el sábado te dije una cosa que no era verdad. No sé por qué lo hice.

— ¡La de la foto no era tu prima! — reaccioné rápida.

— Sí, pero… ¿cómo lo has sabido? —dijo super sorprendido.

— A ver, no hacía falta ser Einstein. ¿¡Quién tiene una foto de su prima en su cuarto!?

Aparte de mi compromiso. Mi resistencia a soltar compuertas se basaba en prejuicios sobre los italianos: «Seguro que es un picaflor». «Seguro que solo quiere sexo». «No te fíes ni un pelo de él». Y me repetía a mí misma que no podía poner mi relación en juego por un polvo, por muy magnífico que pudiera llegar a ser.

Ok. Pues me explicó que la chica esa era su ex; su ex de siete años con quien mantenía una buena relación aunque ya no fueran pareja (en realidad no era una foto, foto; era una alfombrilla del ratón).

Me dije: ¡Vaya, para ser un picaflor ha estado siete años con una persona y ha acabado bien! ¡Mi récord eran nueve meses y a distancia!

Fuimos a su casa a por su cámara y abrió la caja de los truenos.

— ¿Tú sabes que el sábado quería besarte, no?

—¡Lo sé!

—Pero sé que tienes pareja y no quiero ponerme en medio

—Lo sé, y te lo agradezco

—¿Por qué él es tan importante para ti?

—Porque creo que es el padre perfecto para mis hijos— dije sin titubear sorprendiéndome a mí misma.

Fuimos a mi casa a hacer los sándwiches. Mientras los hacía, él me sacaba fotos y yo simulaba que no quería (mientras chorreaba). Fue bonito, rollo peli.

Parecía un día de picnic perfecto, pero justo al salir del portal se puso a llover a mares. Entramos en el bar de los couchsurfers que siempre estaba abarrotado, pero… ¡Sorpresa! No había nadie en nuestra sala; solo él, yo y la chimenea de fondo.

Pensé: ¿¡Puede dejar de ser romántico esto, por Dios!?

Entonces nos pusimos a ver las fotos de su cámara y descubrí que su familia tenía pastuqui de la buena (varios barcos, servicio…), pero sobretodo descubrí un sentido humano y sentimental -al ver los detalles que captaba con su cámara- que me resquebrajó un poquito.

¿Por qué me haces esto, Dios? ¿¡Puedes dejar que parezca el hombre perfecto, please!?

Volvimos a mi casa y nos pusimos a ver mis fotos de la India y a divagar sobre el amor. En un momento nos cogimos de la mano y pudimos sentir la energía que se generaba, mientras nos mirábamos a los ojos haciéndonos a la idea de que eso iba a ser lo íntimo que haríamos.

Después me acompañó a comprar. (No os he contado que al día siguiente venía el padrísimo, pues yo le había explicado mi tentación de las escaleras. Él se cogió un vuelo con rapidez y humor para venir, como él decía: «a mearse por las esquinas»). 

Recuerdo el momento en la cola del supermercado cuando el italiano, con el que ya llevaba más de diez horas, me pasó un pepino: cogí el pepino, nos miramos y nos reímos; porque él me quería dar su pepino y yo quería su pepino, pero no se podía.

Al día siguiente me desperté con un mensaje suyo, donde me decía que sentía algo muy especial por mí, que flipó con la sensación que tuvo al darnos la mano, pues nunca había sentido nada así, que quería empezar algo conmigo y por eso me lo decía antes de que viniera el padrísimo, para que yo supiera qué hacer.

No tuve ninguna duda. Yo con quién tenía un compromiso era con el padrísimo y él en ningún momento me presionó. Vino, como era normal; pero no me tiró nada en cara, ni me insinuó de elegir, ni nada por el estilo. En cambio, con el italianini sí me sentí presionada y eso no me gustó.

No sé qué hubiera pasado si me hubiera dejado llevar por el momento, si me hubiera dejado embaucar por las artes de seducción italianas, por la pasta o por un polvaco que intuía de aúpa. Lo único que sé es que el padrísimo tenía que ser el padrísimo, pues que mi hija naciera años después era lo único que no podía cambiar de la historia.

Volver al Amor

El otro día conseguí ver, después de dos años de infortunios la película de “Ha nacido una estrella”.

Me alegré de haber esperado tanto, pues reconozco que no la hubiera disfrutado así. Y es que me penetró cómo plasma el Amor. No sé si era la peli, era el momento o era yo, pero me vinieron una ganas brutales de volverme a enamorar. A enamorar de verdad, hasta las trancas.

Quien haya visto la peli puede flipar porque es bastante drama, pero así fue.

Me hizo revivir esa sensación de vitalidad que solo se siente cuando rebosas amor por todos tus poros y ese sentir es correspondido y amplificado a la máxima potencia!!

Es lo más cerca que estás de sentirte Dios! No entiendo como casi lo había olvidado!

Siempre que pienso en tener una relación aborto la idea rápido al recordar que primero va muy bien todo y luego se tuerce, vienen los problemas, malos rollos…se me quita pronto «la tontería” la verdad. Sé que forma parte de nuestro aprendizaje, del juego de espejos y sombras, pero me da pereza solo pensarlo.

Mas el amor no se piensa, se siente y esa peli me hizo sentirlo de nuevo e hizo un click en mí.

El amor todo lo puede. Seguramente. Pero yo no sé si tengo esa capacidad de amar tan bestial. Mi problema es que quiero que sea una relación igualitaria, un win to win, hasta ahí bien. Pero para eso supongo que es importante la suma confianza, estar en el corazón, no en la mente y sobretodo soltar la libretita de las cuentas (entregas y faltas). Muy de dos del eneagrama lo sé!

Un día un sabio me dijo “Laura el amor no tiene que salir a cuenta, el amor es amor”. Y tiene razón, sé que tiene razón. Y no, porqué sí tiene que salir a cuenta, pero me temo que justamente buscando que salga a cuenta matas esa posibilidad.

No sé si me explico.

El amor es amor. Pero a la mínima que sucede algo dónde yo me siento herida o simplemente con dudas. Quiero huir. Me convenzo a mí misma que sola estoy mejor y voy chapando chiringo. Y es verdad que sola estoy bien, ahora mismo estoy de coña, pero hay un anhelo inherente a mi ser que busca esa fusión, ese compartir, ese AMOR con mayúsculas. Y mira que lo tenía bien tapadito con mil proyectos y autoamor…pero esta película le dio el megáfono para hacerse oír.

Si valorásemos la capacidad de amar del 0 al 100 por cien,  estaría puede en el 77%. Soy cariñosa, sincera, leal, me gusta cuidar al otro (esto también es amar, sí!), trato de no proyectar mi mierda en él o al menos ser consciente y aceptarlo…pero no soy capaz de soltar la puta libretita de cuentas y entregarme al 100% porque tengo miedo. No es un miedo a que me dejen, no es un miedo a que me sean infieles, en eso confío, si no no me meto en una relación; es un miedo más sutil, a ser dominada, a que abusen de mí, a que me manipulen, en definitiva a que se aprovechen de mi vulnerabilidad. Es un miedo a perderme en pro del otro, a hacer la prima, a que no me reconozcan, pero también a estar conformándome, Al final da igual a qué, en el fondo es miedo y el miedo es la gasolina perfecta para la mente, para mi cabecita kale borroka.

Sin embargo amar es justamente soltar la mente, es un sí hasta las entrañas, es un dar sin expecativas, es un salto al vacío sin paracaídas.

Si bien es cierto que mi patrón de escapismo me salva de vivir en una relación abusiva, o de maltrato (aunque siempre le he tenido mucho respeto a este tema porque he visto a mujeres muy powers caer en este tipo de relaciones), no es menos cierto que me dificulta amar a bocajarro como deseo. Y sí, seguramente es menos dramático lo mío, pero también es un problema porque yo quiero poder amar de verdad, sin miedos.

Y como a cocinar se aprende cocinando, a amar se aprende amando. Así que «ajolá» (que dicen donde trabajo), coincida con alguien en este curso autodidáctico al Amor y haga un match que haga retumbar cimientos (aquí mi parte romanticona). Si más no, muchos más clicks de estos donde las ganas pueden a los miedos.

Espero conseguirlo aunque sea de viejita y podéroslo contar 😉

Tengo un río

Tengo un río donde baño mis miedos.

No está solo en mi cabeza. Se da en Glendalough, Irlanda.

En plena crisis global de 2009 me congelé en la bolsa para irme unos meses a quitarme la espinita del inglés y acabé en la capital de la Guinness.

Aunque en realidad me daba bastante pereza, la verdad es que fue una experiencia muy gratificante. Otro día os contaré más, pues pasó una cosa importante que casi cambia mi presente. Sí tiene nombre de hombre; de hombre italiano ¡para más inri! 😉

Pero hoy me quiero centrar en una vivencia inspiradora que me pasó poco antes de mi vuelta a Barcelona.

En esos momentos la crisis económica empezaba a hacer estragos y, sin yo darme cuenta, mi gente me iba transfiriendo sus miedos; “¿Vas a poder trabajar de nuevo? Aquí la cosa se está poniendo muy mal, eh?” “No sé si lo vas a tener tan fácil como tú te crees”.

Yo en un principio estaba segura de que volvería a trabajar sin problema, pero no tenía ni idea de lo que esas voces poco a poco me iban mellando.

Un domingo fuimos de excursión al monasterio de Glendalough, impresionante de bello. Sin querer me perdí de mi grupo de amigos y me encontré un riachuelo donde el sol brillaba con furia, supongo que porque en ese país pocos días lo sacaban a bailar.

Algo me animó a descalzarme y meter mis pies en sus aguas, tan cristalinas como frías. Estaba maravillada. Parecía que todo estaba orquestado para que yo pudiera hacer ese rito, que en aquel momento pensé que improvisaba, pero ahora lo dudo mucho. Creo que de alguna manera yo había estado antes en ese valle sagrado y en ese río. Por eso fue tan perfectamente consumado todo; por eso puedo volver allí sin esfuerzo una y mil veces.

¿Habría sido yo en otra vida uno de esos monjes retirados del mundo para hacer vida contemplativa? El idioma no se me daba muy bien, pero a lo mejor hacía voto de silencio…

Mientras mis pies notaban la helor del agua traslúcida, mi cara recibía el fuego de ese sol festivo. Me sentía plena en ese instante y vino a mi cabeza una frase del que pudiera ser mi libro preferido hasta el momento. Era una frase de Osho que dice:  “La confianza es la forma más pura de amor”.

No entendía por qué me tocaban esas palabras, hasta que pude ir un poco más adentro y alcanzar esos miedos ajenos que se me habían incrustado cual virus: invisible, diminuto y pernicioso.

Realmente sentía miedo de que esa película de terror que me contaban me pudiera alcanzar. 

Odiaba la idea de tener que escuchar las riñas y los “te lo dije” de mi padre.

Entonces comprendí la frase. Si yo no confiaba en la vida, no estaba amando la vida.

El insight hizo que viera el lugar aún más luminoso y vibrante.

Visualicé cómo me cargaba de la energía del sol y dejaba salir mis miedos por la planta de los pies, para que el río se los llevara lejos de mí, pues en realidad ni eran míos ni me valían.

Fueron instantes de magia, de palpitante conexión con la naturaleza y la sabiduría que emana.

Respiré al máximo la experiencia para guardarla bien adentro y honrarla con gratitud.

Finalmente me despedí del lugar en busca de mis amigos.

Al llegar a casa y abrir el correo tenía un mail de una amiga que me ofrecía un trabajo.

 No era mi trabajo. Pero sonreí al entender rápidamente el mensaje. Cuando sueltas los miedos y confías en la vida, ella te cuida; no hay ninguna razón por la que el universo no quiera lo mejor para ti.

Y sí, puede sonar muy “New Age” o todo lo que quieras. Pero no creo en las casualidades, y ciertamente cuando regresé a Barcelona no tuve ningún problema en volver a currar.

Así que de vez en cuando vuelvo a mi río a soltar mis temores, y los que no son míos, pero me voy adueñando por el camino.

Por eso es tan importante cuidar con quién nos relacionamos, de qué hablamos, qué vemos en televisión, etc. Porque somos esponjitas.

Lo contrario del amor no es el odio; es el miedo. El amor abre, expande y une. El miedo cierra, empequeñece y separa.

En estos tiempos convulsos, donde la incertidumbre campa a sus anchas mientras el miedo dirige, todas deberíamos tener nuestro río donde lavar nuestros miedos, al igual que lo tenían nuestras ancestras para lavar sus ropas y sus pesares.

A fin de cuentas, pase lo que pase, merecemos que nos pille aseaditas, fuertes, confiadas y amadas.

Al de la esencia de menta.

Alcoy año 2000. Instituto de Artes.

Como buena valenciana me gustaba mucho la fiesta, así que acabé queriendo dejar los estudios a fin de trabajar y tener más libertad y dinero para mis aficiones. Que yo dejara los estudios era para mi padre la mayor frustración proyectada conmigo, así que tragó de orgullo, que también tiene un saco, y me reorientó a las buenas para hacer Bachillerato artístico.

Allí empezaba de nuevo, en la cuidad vecina.

El primer día me fijé en él, por sus rastas (conocida quedó mi predilección). Era muy notas y vacilón, pero ciertamente monísimo.

En el patio nos juntábamos cada día y él siempre se metía conmigo. Un día dije que su hermano estaba tremendo y me dijo altivo que su hermano nunca se fijaría en alguien como yo. Me dolió en el alma.

Pensaba que era un imbécil de la vida pero una mañana los dos llegamos tarde a clase y como no nos dejaron entrar nos fuimos juntos  al bar. Allá vi a una persona totalmente diferente, amable, incluso dulce conmigo.

A partir de ese momento algo cambió, si bien es cierto que cuando estábamos en grupo se seguía comportando como un capullo conmigo, cuando estábamos solos cada vez me confundía más. Me llegó a regalar un día un frasquito de esencia de menta que utilizaba él mucho en sus dibujos. No fue el qué, fue el cómo.

Por cierto, él y su mejor amigo de la clase eran unos artistazos. Por ellos y por mi falta de confianza en mí, me decidí a estudiar trabajo social y no a continuar con Bellas Artes como la mayoría de mis compis. Ahora sé que aunque ellos fueran unos fenómenos no quitaba que yo también me pudiera ganar la vida bien con ello, pero mi mente de escasez pensaba que el pastel era demasiado pequeño para mí.

De repente, el chico de la esencia de menta desapareció. Dejó de venir a clase. Y parece ser que nuestros ratitos a solas no sólo habían sido importantes para mí, pues él me escribió un sms para quedar y explicarme su evanescencia.

Flipé. Una vida muy muy dura. Un niño que se había hecho a sí mismo como había podido. Allí, en su habitación lo vi vulnerable y una parte de mí no pudo evitar enamorarse un poquito.

No recuerdo ni que nos abrázaramos, aunque la situación se daba, pero sí recuerdo que en esos momentos llegó su ex, una chica que irradiaba belleza y simpatía a raudales, y que por casualidad conocía de la fiesta, aunque la suya era mucho más light.  Venía a consolarlo porque un episodio dramático había marcado un antes y un después en su vida. Y ella quería estar, pero él no le dio el espacio, pues parecía ser que ese espacio ya lo estaba ocupando yo.

Estuvimos mucho tiempo masajeándonos. Ninguno era capaz de dar el paso y poner las cartas sobre la mesa, así que nos gastábamos nuestro poco dinero en sms que daban a entender todo pero sin certificar nada.

A todo esto, él se cambió de casa y se vino a vivir a mi pueblo, solo, aunque si tenía la mayoría de edad era con suerte!

Un sábado quedamos para cenar en su casa. Recuerdo que mientras me daba un bañito en la bañera pensaba en qué modelito ponerme. Había llegado el día, íbamos a consumar! Así que me depilé, perfumé y “arregle” para la ocasión. Compramos una botella de Bourbon y algo de comer y fuimos a su casa. Pero no sucedió. Y me encantó.

Recuerdo subir la cuesta hacia mi casa con la sonrisa acentuada por las “cuatro rosas” pensando en lo bonito que era lo nuestro, que iba más allá de lo sexual.

Supongo por eso me confié demasiado y un día que estaba recogiendo aceitunas en mi casita me dijo que dejaba la casa y quería verme para despedirme. Yo, dada la confianza generada bajé hecha un cristo y justamente sucedió. No falla…cuando menos te lo esperas….Bueno, sucedió de aquella manera, porque él siempre me decía que tenerla muy grande era un problema y yo pensaba que era fanfarronería, pero no.

Así que con toda la confianza del mundo le dije que no podía más. A fin de cuentas yo no era virgen, pero casi y eso era too much para una novatilla.

Nos seguimos viendo y mensajeando pero lo nuestro no podía funcionar. No por su troncomóvil que estoy segura me hubiera amoldado pronto, sino porque él era de quedarse los findes en casa porreando y a mí la fiesta me perdía, literal. Rapero y Maquinera, nuestras tribus urbanas presionaban en oposición.

Han pasado ya más de veinte años pero aún lo recuerdo con gran cariño, pues me flipó ver esa conversión de joven capullo a niño herido. Me flipó ver cómo se tuvo que resolver él solito la vida. Me dio mucha pena que justamente él que era un puto crack tuviera que renunciar a sus estudios de arte.

También me flipó aquello tan mágico que se llegó a crear entre los dos en la intimidad. Aunque no lo supiéramos mantener, me caló, me caló bonito.

Solo decirle al que ya será un hombre, el hombre de la esencia de menta;

«deseo que la vida te haya dejado aflojar y conectar con ese niño tan hermoso que aquella tarde tus lágrimas me asomaron a ver”.

Foto de: Kat Jayne

ORGASMATRÓN

Hoy necesito que me ayudéis a resolver este misterio.

Como sabéis, no soy de las de orgasmo fácil que le dan al botón y Don Satisfyer les viene a colmar de orgasmos, pero estoy orgullosa de mis orgasmos porque son bombastic; de no poder ni moverte porque te tiembla to.

Además soy una fábrica de lubricante natural. Alguna vez así a lo tonto, he pensado que lo podría comercializar, pero aunque pasara el control de calidad, no creo que cumpliera la normativa sanitaria.

El tema es que aparte de ser multiorgásmica, que creo en el fondo todas lo somos, una vez tuve un orgasmo sostenido. Y es lo que os vengo a contar hoy a ver si alguien me da un poco de luz en este tema que de momento considero paranormal. Como os decía al principio, mis orgasmos son intensos e internos, aunque siempre hay días y días y hay orgasmos, orgasmitos y orgasmotes. Lo que yo no sabía es que luego está el Orgasmatrón. 

Cuando me separé, me mudé y caí en depresión. Una noche salí a cenar con mi Leti (y especifico cenar porque bebimos lo justo, nada de borrachera, ¡conste en acta!) Pero a  la vuelta en metro empecé a ver todo borroso y, aunque aguanté con la máxima dignidad posible hasta salir del vagón, me desvanecí en el suelo. Al recobrar la consciencia vi a un joven que me miraba raro y me preguntaba cómo estaba. Le iba explicando mientras me recobraba y me reconoció que pensaba que era una yonki al verme salir del vagón en plan Walking Dead.

Al volver en mí, me entró un no sé qué que me tuvo dos semanas llorando sin parar. Un cuajo… Lloré todo lo que no había podido llorar, pues necesitaba todas las fuerzas para rehacer mi nido. (Aprovecho para agradecer a toda la gente que me ayudó en la mudanza y pintura… lo tengo grabadito en el coração <3)

Estuve un mes o así de baja, pero a la que me vi con un poco de ganas de volver, allá que fui, pese a las recomendaciones de médicos y amigas que me aconsejaban ir poco a poco. Me había visto tan jodida y con tan pocas ganas de todo que ciertamente me asusté, así que a la mínima que me vi con un poco de ánimos me tiré de cabeza al ruedo.

¡Valeee, no me voy más por las ramas!

Superado este periplo y llegado el frío invierno, acabé en Tinder.  Conocí a un papi buenorro que acabó en la primera cita en mi cama pese a mis intenciones de no hacerlo. En ese momento no quería ir a la cama tan pronto por un tema de alargar la tensión sexual; ahora no quiero por otro motivo que al final os contaré. El tema es que no lo pude evitar. Lo resumiremos con la palabra FUEGO.

Salimos de mi casa cogidos de la mano. Con la otra mano llevaba el carrito para ir a recoger a mi hija. Toda una estampa.

Seguimos cogidos de la mano unos cuantos meses y jugamos a ser los novios que más follaban del planeta.

Desde que nos despertábamos hasta que nos animábamos a bajar a desayunar podíamos pegar cuatro polvos “tranquilamente” y sumarlos a los tres de la noche. Y en una de estas mañanas gloriosas fue cuando conocí a Mr. Orgasmatrón.

La verdad que no sé muy bien como llegué a experimentar aquello, nunca había vivido nada así. El polvo fue como cualquier otro, no hubo ingredientes especiales, pero la magia se hizo llegar. Todo mi cuerpo sentía placer, estaba vibrante, como electrizado después de llegar por tercera o cuarta vez al clímax. Estuvimos unos minutos abrazados, intentando recobrar el ritmo cardíaco, pero yo no conseguía volver a mi estado normal. El papi sexy bajó a preparar el desayuno y yo me quedé un buen rato en ese estado de magnetismo. Pinta muy guay, pero me asusté. Estaba flipando con aquella sensación tan extraña por todo mi cuerpo y aunque era de lo más placentera mi mente empezó a boicotearme, así que me forcé para salir de allí, quedando aletargada y con migraña.

Busqué información por internet para intentar entender lo sucedido y me pareció que era un orgasmo sostenido, pero hoy he vuelto a mirar por curiosidad y me cuadra más con la descripción de orgasmo expandido. Si hay alguna sexóloga en la sala le estaría muy agradecida que me lo pudiera aclarar, pues quiero volver de nuevo a ese lugar y estaría bien empezar por saber su nombre.

Me resuena mucho a tantra y me encantaría volverlo a vivir con una pareja consciente o con más presencia. Justamente el papi parecía estar haciendo pesas conmigo y a veces le tenía que decir para recuperar su mirada:

¿Eo? ¡¡¡Que estoy aquí!!!

Vamos, la antítesis del tantra total.

El tema es que después de haber sido madre siento mucho amor al practicar sexo, por eso digo que ya no sé follar, solo sé hacer el amor. Y ellos lo notan y se enganchan, pero yo también me engancho. Por eso debo tener mucho cuidado de con quién me voy a la cama.

Creo que Arlet me abrió por ahí abajo un canal interesante. Y si bien es cierto que no sé lo que fue aquello ni cómo lo encontré, sí te puedo decir que tenemos mucho más power del que nos han contado, amiga.

«La vida»

La vida es un suspiro descarado,
un anhelo que se esguinza,
el baile de máscaras al compás de los jodidos grillos.
 
La vida es causa y efecto,
una mordaza que se apostilla,
 un ir y venir avaivenado.
 
La vida es la chispa precisa y puntera,
un adiós que abre grietas que levantan asfaltos
y pegan muros con la facilidad del blue-tack y la compostura del diamante.
 
La vida es el observador observado,
y el sonador soñado.
La luna haciendo el vermut,
y el sol contando ovejas.
 
La vida es lo que ves,  pero sobretodo aquello que se oculta a tu mirada.
Es lo que coges sin discriminar,
y lo que sientes; siempre.
 
La vida es amor y miedo,
y todo aquello que surge a su dialéctica;
la risa de un niño,
la respiración de una anciana.

La vida es lo que viene tras la putrefacción de las cosas;
es la música y su oyente,
es la magia del que siente.
 
 
 

Capullos. Parte I

Mi llegada a Barcelona fue apoteósica.

El Pabli me decía que tendría que venir a atarme porque ciertamente estaba desatá. En pleno proceso de duelo por el Pedrabes, la chica de la armadura, que hacía alarde del sexo con precauciones pero sin complicaciones, salía de martes a domingo aproximadamente.

Necesitaba alcohol que anestesiara mi dolor, y juntarme con mis amiguis Erasmus era farra segura.En una de estas, en nuestra segunda casa, Plataforma, conocí a un chico mono. Estuvimos un rato fuera hablando y aún no sé por qué me pareció de lo más normal que me contara que su ex, modelo francesa, le pegara(sin comentarios).

Después fuimos a mi casa y dormimos. Dormimos. Sin follar, digo. Algo extraño que me pareció romántico.

Durante la semana estuvimos hablando y el viernes fuimos a cenar y a su casa. Todo parecía bastante en orden ese día hasta que se desnudó por completo.

Aquello no podía ser verdad. Aquello no me podía estar pasando a mí. ¡Puto karma!

Pero sí, allí estaba yo, estupefacta, sin saber muy bien cómo reaccionar, aunque intentando dar el pego jugando a que no había nada extraño.

No estoy hablando de un pene pequeño. Estoy hablando realmente de un problema. ¡De un pene minúsculo! Y ahí, amiga, hay que ponerle mucho humor y ser muy creativ@ para poderlo gozar.

Pero nada por el estilo. Hacíamos como que no pasaba nada: él encima de mí y yo mirando el techo en lo que ha sido uno de los polvos más surrealistas de mi vida.  Como dicen en mi pueblo: ¡de contar-ho a passar-ho!

El tío aún tuvo la desfachatez de decirme “ten cuidado con tus tetas que casi no cabéis en la cama”, aludiendo a mis tetis (o tetas pequeñas). Y, siendo gilipollas yo- en un claro “no quiero pirarme y hundir tu ego” (aunque merecido lo tuviera)-, cojo y me voy con él a Sitges al día siguiente. Un drama.

Nada más llegar, ve a un grupo de chicas y me dice: “mira, estas sí que tienen tetas, no como tú”. Ahí ya no pude más. Sin mediar palabra, lo enganché de la camiseta y lo estampé contra la pared (juraría que no le tocaban ni los pies en el suelo).

Mira chaval, tú, precisamente tú, ¡no estás para hacer ninguna comparación! le dije con toda mi furia mientras mi mirada enfocaba a su entrepierna, para que no tuviera ninguna duda de lo que le estaba hablando.

Comimos porque el hambre siempre manda, pero, como os podéis imaginar, ni bañarnos ni nada.

Lo peor de todo es que después de esto él como si nada (claro, comparado con su ex que le zumbaba…¿Le molaría el sado?). Evidentemente el chico estaba fatal y yo era más tonta que tonta de seguirle el rollo por no quedar mal.

No quedamos más, pero seguíamos mensajeándonos. Me llamó un sábado de buen rollo y le expliqué que habíamos salido la noche anterior tres amigas del Erasmus y todas habían pillado menos yo. Se puso como un loco que eso no podía ser, que le estaba mintiendo. Evidentemente era verdad(no acostumbro a mentir), pero, vista su actitud, lo hice y le dije que esa noche no salía. El cabrón me conocía y fue al Plataforma a buscarme, y allí estaba yo, con una cara hasta el suelo al verlo.

Empezó de buenas maneras  a hablar conmigo, pero me acabó gritando que si lo que quería era una polla es que era una inculta.

— ¡Dilo, dilo! Di que quieres una polla, so inculta! —me presionaba para hacerme sentir mal.

¡Pues sí, quiero una polla! ¿¡Qué pasa!? —acabé gritando.

Parece ser que grité mucho, pues conforme me dirigía a buscar a mis amigas podía ver las caras de circunstancia que me rodeaban.

Seguí mi fiesta sabiendo que desde algún lugar me estaría observando. Empecé a tontear con un chico muy bonico, al que llamaremos R. Lo típico; bailoteos, risas, miradas de complicidad…pero cuando R intentaba besarme yo le decía que no podía, que un loco me estaba vigilando. Os prometo que me concentraba al máximo para buscarlo, pero mi estado de embriaguez  me impedía verlo. En cambio R enseguida me dijo: “va con una camisa de cuadros roja, ¿verdad?” ¡Efectiviwonder!

Con R mantuvimos las ganas de comernos la boca toda la noche y, cuando ya apagaron la música y nos dispusimos a salir, el Minipé (que así lo bauticé por capullo) me cogió del brazo y me apartó del grupo. Les pedí que me dejaran hablar con él, pero no se alejaron mucho por si acaso.

Intenté ser amable y decirle que yo no podía estar con alguien que no confiaba en mí, que se metía con mis tetas, que me acosaba como él estaba haciendo. Él me decía que le gustaba de verdad, que él me dejaría hacer la mía mientras yo fuera discreta (sí señoras, eso era un “te permito otras pollas, inculta”) pero con la condición de que me fuera con él.

A todo esto, los amigos de R coreaban su nombre -cosa que al final acabaron haciendo también mis amigas al unísono- mientras R me miraba con los ojitos del gato de Shrek desde la distancia, pero con sonrisa confiada.

Era un poco tonta, pero tampoco tanto. Así que le dije a Minipé que NO, le di un abrazo y me dispuse a ir donde había un grupo de energúmenos aplaudiendo y festejando mi decisión.

Morreo de película. Buen sexo. Y un tío de lo mejorcito que conocí por esa época de desfase que no dejaba resquicio alguno al AMOR. Los añicos bajo la armadura no querían ni oír a hablar de ese palabro que para mí había perdido todo significado. Pero eso, amigas, es otra historia que puede que algún día también os cuente.

El ego espiritual

De niña ya creía en la reencarnación sin haber escuchado aún la palabra. Recuerdo que por las noches pensaba cómo sería morirse y no lo podía entender, pues algo dentro de mí sabía que, justamente eso, nunca podría morir. 

También era muy devota. Tenía a Dios muy presente y hasta me hice monaguilla (os podéis reír).

Pero el ambiente de la Iglesia no me gustaba nada; desde pequeña tuve claro que si Dios existía estaba lejos de ese templo donde reina la hipocresía.

Recuerdo que en unos campamentos donde sonaba la música de Ska-P en mi walkman, una monitora me espetó  que si no creía en la Iglesia tampoco podía creer en Dios. Así que, llena de rabia y orgullo, le dije:

¡Pues no creo en Dios!

En ese momento pensé que me caería una piedra enorme del cielo y me mataría; pero no, así que me convertí en atea.

Años después descubrí el agnosticismo y me cambié del ateísmo. Creía en algo, nunca dejé de creer, pero no sabía bien en qué. Por desgracia, el Dios castigador que me vendieron en el catolicismo seguía haciendo mella en mí, en forma de juicios y limitaciones. A día de hoy aún sigo quitándome de ese hombre de barbas largas que se entretiene desde el cielo juzgando y castigando -ya no solo mis acciones ¡también mis pensamientos! ¡¡¡Qué horror!!!

¿Qué en qué creía? Pues en que tenía que haber algo más que le diera sentido al mundo, en que todo tenía que pasar por alguna razón. Es verdad que me cuesta entender que pasen tantas desgracias en el mundo, pero aún me cuesta más aceptar que todo esto es un sinsentido y no una partida de videojuego en la que debemos ir progresando para poder avanzar.

Cuando vine a Barcelona, descubrí un pub que se llama Plataforma (dile pub, dile antro). Y como de allá no salía,  me hice amiga del  camarero. Un día vino a casa a comer y trajo un libro con una señora negra, que me explicó era su guía espiritual. Esa mujer era Amma, una gurú de la India que pasa sus días abrazando a todo el mundo y tiene una ONG brutal. Justo hoy es su cumple y el de mi amiga Sonia, así que: ¡Felicidades desde aquí, con to my love! ❤

Curiosamente, de estar todos los fines de semana alcoholizada pasé a estar todos los findes meditando. El cambio fue bueno, pese a que mis amigas sufrían porque… creían me había metido en una secta. No es que así fuera, pero las entiendo. Dejé de comer carne y beber alcohol durante un año, meditaba una hora al día, hacía yoga y karma yoga o servicio desinteresado. Pensaba que haciendo todo esto algún día llegaría a la iluminación, pero me pasaba el puto día hablando del ego y juzgando; ¡sobre todo a mí! Pues…si hacer todo eso estaba muy bien, significaba que no hacerlo estaba muy mal, ¿no? Y la constancia nunca ha sido mi fuerte, así que había una lucha constante en mi cabeza, donde se suponía que debería haber paz y algodones de azúcar.

Este es el puto ego espiritual, creerte superior a los demás por hacer práctica espiritual. ¿Puede haber algo más contradictorio?

Por eso a la gran mayoría de maestros espirituales y a sus fans hay que dejarlos correr. Y eso que para mí, Amma realmente va más allá y me ha hecho vivir experiencias místicas muy muy potentes, pero casi todo su séquito no deja de ser más que un grupo de personas que se creen superiores por estar cerca de Ella.

Para mí, la espiritualidad verdadera va unida a la valentía de buscar tu propio camino por ti mismo, confiando que siempre llegarán ayudas puntuales a reorientarte cuando te pierdas y que esas pérdidas son también necesarias.

La espiritualidad es desprenderse de trajes y caretas, asumir tu responsabilidad y brillar con tu autenticidad.

Para mí la espiritualidad es aceptar tus luces y tus sombras con el máximo de amor y compasión posible.

Es dejar de juzgar para poder amar (puedes empezar por dentro o por fuera, una cosa lleva inevitablemente a la otra). 

Para mí la espiritualidad  no es ir a meditar a las montañas, sino poder escucharte entre el ruido.

La espiritualidad es saber que no necesitas hacer nada, solo ser.

La espiritualidad se vive, se intuye, se practica y se rehace.

La espiritualidad se esfuma con el dogmatismo.

Es la liberación del juicio y de la culpa. De la puta culpa con la que cargamos tras años y años de religión intravenosa.

La espiritualidad es humor, es reírse –sobre todo- de tu sombra; es reírse hasta doler.

LA ESPIRITUALIDAD NO ES EL QUÉ SINO EL CÓMO

La espiritualidad somos tú y yo. Como maestros. Como uno.

¡¡¡Viva Argentina!!!

Publicado quedó mi amor por este país. Un lugar que ni siquiera he pisado pero al que me siento más que agradecida, casi casi en deuda.

Si fuera futbolera seguro pensarías que es por Messi, pero no lo soy, aunque sí es por un hombre que me marcó muchos goles.

Último curso de universidad. En septiembre me iba a Florencia de Erasmus y tuve que hacer un curso de italiano en verano allí en la uni. Como toca, todo final de curso tiene su correspondiente fiesta, aunque el curso durara dos semanas, así que fuimos a cenar y acabamos en una especie de after muy guay de Alicante, el Confetti. 

No me quería liar con nadie porque iba con gente que casi no conocía y no pretendía liarla demasiado pero, como tantas otras veces, se me fue un poco de las manos. Así que allí estaba en el after dándolo todo.

Nada más entrar me fijé en él. Alto, moreno, pelo rapado, barbita de dos días, pendiente de coco negro y camiseta amarilla. Nuestras miradas hicieron un super match, pero me hice la longuis, porque ciertamente no quería liarme con nadie, así que me centré en bailar -que me encanta- y me olvidé del buenorro.

En una de estas me fui a la barra a pedir y conocí a un chico muy gracioso; no sé de qué estábamos hablando cuando me veo una camiseta amarilla detrás de mí. ¡¡¡Cagüen la puta, este era su amigo!!! Conforme nos miramos, nos reímos. Ya estaba. No había escapatoria. Estaba escrito. Nos dijimos hola por cumplir, aunque lo propio era pasar directamente al “¿en tu casa o en la mía?” Tardamos mucho más en responder a la pregunta que en plantearla.

A mí me daba miedo ir a casa de alguien que no conocía, pero él vivía al lado y yo en Sant Vicent del Raspeig, el pueblo dónde estaba el Campus. No tenía ninguna lógica ir a mi casa, pero a mí me daba miedo ir a la suya. Así que le hice sacar el dni y le mandé una foto a la Leti. Él se partía diciéndome que en los dni no acostumbra a poner los delitos penales, pero yo me quedaba más tranquila. Puede que no evitara que me pudiera hacer algo desagradable ese pedazo de hombre, pero al menos si fuera así la pagaría.

Al día siguiente contamos 6 o 7 condones. Él se pensaba que era ninfómana por seguirle el ritmo, pero ciertamente me daba miedo decirle que no. Intentaré explicarme, porque soy consciente que es un tema delicado. No es que no quisiera tener sexo con él,  porque solo con mirarlo chorreaba. Me ponía un montón y me encantaba como me besaba, como tocaba mi piel, como me miraba, como lo sentía dentro de mí…por eso no es que no quisiera, pero sí me daba miedo la situación, estar en un sitio extraño con alguien extraño… a lo mejor yo me hubiera conformado con la mitad de polvos; por pereza, básicamente. Pero me daba miedo decir que no y es la pura realidad. No tuve disociación ni ganas de estar en otro lugar (que por desgracia sé lo que es), tampoco es que me quedara en plan estrellita de mar… yo me animaba, lo pasaba bien,  supongo como muchas parejas que por rutina les cuesta empezar pero se ponen un poco sin ganas y después acaban cantando el aleluya.

Pero yo no tuve ningún orgasmo.

Por aquellos tiempos era incapaz de tenerlos con alguien, solo solita. Era una gran putada teniendo en cuenta que mi mejor amiga y compañera de piso era multiorgásmica ya por aquel entonces.

Pero este hombre, tan argentino como guapo, puso fin a ese “problemilla” mío.

La siguiente vez que quedamos creo que fue directamente en su casa o cerca para acabar rápido allí. Mientras su compis de piso jugaban a dardos en el salón (uno de ellos el de la barra), nosotros estábamos en su habitación viendo una peli porno japo en blanco y negro. No sé por qué la pusimos, pero sé que nos duró poco. Nos empezamos a liar y yo por fin me desaté, empecé a sentir un placer diferente al anterior, expansivo, explosivo, que escapaba a mi anhelo de control.

Recuerdo que él me tapaba la boca para que no chillara, pero yo se la mordía como una animala. ¡Con lo que había tardado en explosionar así, que no me pusieran barreras!

A día de hoy sigo siendo igual de escandalosa, algunas amigas dan fe, ¡pobres! Pero no lo puedo evitar. No me puedo reprimir en momentos de liberación.

Si alguna que me lee aún no ha conseguido llegar al orgasmo, mi teoría es que se acueste con alguien que la ponga muy mucho, que despierte su instinto animal, para dejar de lado la puta cabecita. Después ya la cosa evoluciona y vamos a buscar otro tipo de conexión: primero amorosa y luego espiritual. Iría por orden, como los chacras.

Con el argentino, estuvimos un tiempo de idas y venidas, pero nunca llegó a nada serio, lo nuestro era SEXUAL y no por ello menos importante.

De hecho fue tan importante para mí que no solo le agradezco a él, sino también a la bendita madre que lo parió e incluso a su patria querida.

Me hace gracia ahora ver que Argentina es el segundo país después de España que me lee en el blog. Así que me siento aún más en deuda con esa tierra de cosas bonitas que espero visitar algún día.

Con todo, solo me queda decir:

GRACIAS ARGENTINA, POR ABRIR LA VEDA A MIS ORGASMOS, POR EL ASADO Y POR LEERME.